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Texto curatorial “El bosque invisible: una mirada intergeneracional”

El bosque invisible: una mirada intergeneracional de la naturaleza que habita en el Parque Tantauco

Por María Ester Oyarzún Vargas

Cuando comenzamos a caminar hacia la Residencia artística: Fotografía y Patrimonio Natural, no sabíamos exactamente hacia donde llegaríamos, a donde nos llevaría ese camino de crear un proyecto artístico colaborativo 12 estudiantes, 5 profesoras y 1 profesor de la Región de Los Lagos.

Con nuestras mejores herramientas: persistencia, entusiasmo y aparatos fotográficos, comenzamos a adentrarnos en esta travesía de la imagen, compartiendo nuestras reflexiones en relación a la naturaleza, buscando los conceptos, emociones y elementos significativos. Así fue que iniciamos la senda que nos llevaría a la creación colectiva final, trabajando colaborativamente en macrofotografía, propiciando un acercamiento profundo a la relación entre la fotografía, la naturaleza y las escalas que escapan a nuestra mirada cotidiana. Poniendo la mirada en el mismo tipo de líquenes y hongos que casualmente elegimos los grupos que íbamos conformando en el proceso, sin habernos confabulado para aquello.

El proyecto implicó un ejercicio en equipo, de observación y selección de los espacios y de los elementos a ser fotografiados. Este trabajo in situ permitió que la fotografía se convirtiera en un medio, no solamente de representación, sino de reinterpretación de la naturaleza. La elección de las locaciones y de los objetos estuvo marcada por la intención de propiciar un diálogo entre la construcción del espacio visual y lo que encontramos en la naturaleza, borrando las fronteras entre creadores/as y el contexto.

En este proceso pudimos aprender a mirar más allá de lo que habitualmente vemos, comprendiendo que la imagen tiene la capacidad de transformar y reconfigurar nuestra relación con el mundo.

Cada fotografía del proyecto, creada durante la residencia, se convierte en una narrativa que amplía los límites de nuestra imaginación visual, resignificando lo diminuto como un espacio infinito de inmensa potencia estética y emocional.

El resultado es una creación fotográfica que no solo celebra la técnica propia de la macrofotografía, sino también el encuentro humano y creativo entre generaciones y disciplinas.

Estamos frente a una invitación a mirar de nuevo y a mirar juntos/as, a encontrar en lo pequeño, en lo que casi pasa desapercibido, una puerta hacia lo sublime y a reconocer que el acto de fotografiar es, en esencia, un acto de conexión y revelación entre mundos que coexisten.