fbpx
trasfocoescuelaaudiovisual@gmail.com

Textos curatoriales “Lahual, vida después de la vida”

Lahual, vida después de la vida

Por Roxana Riveros Rey

Lahual 

Las voces ancestrales

Repiten el eco de tu nombre:

vida después de la vida

 

He aquí una invitación a acompañar al relato de la experiencia de un colectivo en naturaleza.

Un colectivo formado por maestras y maestros aterrizados y soñadores, guardaparques conocedores e involucrados, guías de naturaleza, educadores ambientales, artistas, cantores/as, sanadores, formadores de juventud, decimeras…y facilitadores, cuyo impulso, constante enseñanza y estímulo generó este espacio de co-nvivencia, creación y crecimiento en la naturaleza.

La invitación es recorrer esta galería de vivencias. Pero antes…

 

PARADOJA

¿Cómo puede existir un bosque casi en medio de la ciudad y muchos de sus habitantes desconocerlo?

¿Cómo una mínima expresión de vida puede hacerte inclinar ante tanta maravilla? 

¿De qué manera “código de barras” puede aparecer en pleno bosque entre tanto árbol centenario?

 

EL ENCUENTRO

Quizá por intuición o curiosidad y un fuerte vínculo con la naturaleza decidimos co– nocer y co-nocernos en este escenario:  Monumento natural “Lahuen Ñadi”, el ecosistema más austral del bosque de alerces presente en Chile continental.

 

EL APRENDIZAJE

En un diálogo íntimo con el bosque emergen las ideas fuerza: ciclo- transformación, comunidad y muerte, en ese sendero de aprendizaje en que la técnica fotográfica, el lenguaje compositivo y las emociones se conjugan y así “encuadre” y  “profundidad de campo” pasan a ser parte de las maneras en que comenzamos a escudriñar desde otra perspectiva una misma ruta.

En ese escudriñar, en una búsqueda colectiva, emerge, por propia fuerza el “sujeto” mínimo, prístino que entre los juegos de luz y sombra comienza este relato en silencio:

¡Inché! nos dice (yo soy)…  yo estoy, mírame, obsérvame, conóceme, apréciame, aprende de mí, dialoguemos….

Entonces, comprendimos que la técnica “macrofotografía” nos permitía “focalizar” nuestra búsqueda.

Así el sujeto se presenta diáfano, tenue, prístino, un ser completo que emerge con una fuerza y personalidad que impulsa a dialogar, co- nversar y generamos  preguntas y reflexiones en torno a su presencia.

En ese preguntar y dialogar la transformación se fue haciendo patente, pues el sujeto, no estaba solo, era parte y contenía a otros, en sí era un universo y a la vez parte de otro universo: la transformación ocurre en una comunidad de intrincadas relaciones.

! ¡Subyugadora complejidad! ¡Sólo atisbamos un pedacito de ella!

Y ese sujeto que te interpela, también deja de ser y …

¡Oh, muerte!

dejar de ser

siendo en otros.

 

Ese es el paisaje ecológico-social -emocional que nos concede el vínculo con Lahuen Ñadi.

  Y…

  ¡TÚ!

tú que observas y recorres lo que vivimos

¿Terminas realmente este recorrido al finalizar la galería de imágenes?

Textos a propósito de las obras “Ocaso” y “Réquiem fotográfico”

¿Quién encontró a quién?

Por Jacqueline Báez

Quién encontró a quién …no está claro … pero de que hubo magia no cabe duda.

Andábamos en busca de la foto perfecta que reflejara la descomposición…la muerte… que antecede a la vida.

Intentamos con insectos atrapados en volátiles telas de arañas, colonias de hongos sobre una rama caída, tocones de alerce con la vida explotando por todas partes… y eran demasiados elementos.

Volvimos en busca del pequeño hongo solitario que habíamos fotografiado al principio… encontramos la rama…pero él…ya no estaba.

Nos tomó un segundo mirar en el suelo…justo debajo de la grieta en la corteza que teníamos como referencia…y ahí yacía perfecto …esperándonos… lo que al principio nos pareció que era su sombra reflejada en la rama…era parte de su estructura, y nos reveló la descomposición, la muerte y la vida en el bosque invisible… un tejido artesanal con filamentos diminutos.

La misión de retratar la muerte

Por Tamara Vanessa Mesas Torres

Este taller, guiado con maestría por Ana y Pep, fue mucho más que un aprendizaje técnico sobre el manejo de cámaras. Fue una invitación profunda a descubrir el mundo oculto y fascinante que la naturaleza resguarda, a percibir la grandeza en aquello que parece insignificante a simple vista. A través de la lente de la macrofotografía, nuestros ojos se abrieron a un universo invisible, cargado de detalles minúsculos y majestuosos. 

En el Monumento Nacional Lahuen Ñadi, nuestro refugio y santuario durante esos días, nos alejamos de la cotidianidad para conectar con la esencia misma de la vida y su fragilidad. Fueron jornadas intensas, llenas de reflexión, aprendizaje y nuevas amistades. Aprendimos a confiar en el otro, a observar con detenimiento, a ensuciarnos con humildad, y a maravillarnos con cada hallazgo. 

Mi misión en este viaje creativo, junto a otros 2 participantes del taller, fue retratar «la muerte», un concepto que al principio parecía sombrío, pero que nos llevó a comprender la veracidad del ciclo natural de la vida: «Nada muere, todo se transforma». Descubrimos que, en la descomposición y el aparente final, la naturaleza encuentra un renacer. La muerte es alimento, sustrato, génesis de nuevas formas de vida. 

En nuestro andar por el bosque, encontramos una colonia de minúsculos hongos brotando de una corteza en descomposición, una escena que ilustraba con precisión este eterno intercambio entre lo que deja de existir y lo que empieza a surgir. Sin embargo, fue un pequeño hongo solitario, apartado de los demás, el que capturó nuestra atención. Su forma única y la sombra que proyectaba sobre su entorno nos desafiaron a explorarlo más de cerca. 

Con paciencia y dedicación, nos dispusimos a inmortalizarlo: cuerpo a tierra, en posiciones incómodas, bajo el frío y la humedad del bosque. Disparamos muchas fotos, pero ninguna parecía hacerle justicia. Después de explorar otras alternativas, volvimos al tronco descompuesto solo para descubrir que nuestro pequeño protagonista ya no estaba adherido a la corteza. Había caído en una grieta cercana, como si nos estuviera invitando a mirarlo desde una nueva perspectiva. 

Aprovechando esta inesperada oportunidad, lo trasladamos con cuidado hasta una mesa. Con una hoja de papel blanco y una pequeña linterna, creamos un estudio de luz improvisado. Fue en ese momento cuando ocurrió la magia: bajo nuestra lente, el hongo reveló detalles asombrosos, una textura fibrosa que parecía tejida por la naturaleza misma, y lo que habíamos asumido como su sombra resultó ser una delicada estructura, una especie de filamento que lo mantenía anclado a la vida. 

Esa pequeña criatura nos regaló un instante único, irrepetible, cargado de asombro y gratitud. Nos enseñó que la belleza no está solo en lo evidente, sino en los pequeños detalles que esperan ser descubiertos por quienes se detienen a observar. Esta experiencia no fue solo un aprendizaje fotográfico, sino una lección de vida que quedará grabada en nosotros para siempre.